24 de julio de 2019

Ramíro Canagüigón

  Se despertó después de 48 horas de sueño, acalorado, a pesar de la ventana abierta, el ventilador y los 9° que hacía afuera. La luz le dificultó la vista. Cuando finalmente pudo abrir por completo los ojos, tanteó en la mesa de luz y miró el reloj. La una y media del mediodía.
No se había puesto alarma porque se dijo que, tras noches durmiendo solo dieciséis horas, y exhaustivos días soportando las consecuencias, debía descansar, dormir -al menos una noche- decentemente.
  Pero se había despertado temprano de todos modos.
  De un salto abandonó la cama y atravesó la habitación.
  Cuando sus suaves pasos llegaron a la cocina, subió las persianas y abrió el ventanal que daba a la hermosa montaña. El aire y la luz del invierno se filtraron en la casa. Luego escuchó una voz en la sala.
  Se alejó del ventanal, los ojos entrecerrados, el pelo rubio revuelto, el piyama improvisado dos días antes, y con pasos ligeros, que casi no resonaban en la gastada madera, siguió a la voz. Provenía del teléfono.
  -Tienes ocho nuevos mensajes. Pulsa "play" para escucharlos. Tienes ocho nuevos mensajes. Pulsa "play"...
  Quizás eso lo había arrancado del sueño.
  Apretó la tecla.
  -Hola Rami- la voz suave de su hermana mayor resonó en la sala. Él prestó oído- Me gustaría verte uno de éstos días. ¿Cómo estás? ¿Cómo te trata el frío? Ahí en la montaña debe estar terrible. En fin...venite un día a la ciudad y hacemos un asado o algo. Dale copate- la voz en el teléfono hizo una pausa- bueno- prosiguió como quien duda de lo que está diciendo- nos vemos....te quiero
  "Tuuuuuu" el ruido finalizó el mensaje. Enseguida comenzó otro:
-Campeón, ¿el viernes venís a la final de fútbol? Pablo ya consiguió entradas. No te olvides la camiseta, ¿eh?- su amigo se rió- Van a estar  Pablo, Cacho, Mercedes, Luli, Laura, Juancho y yo.
  "Tuuuuuuu"-Hola, querido-esta voz era muy distinta a la anterior, más cálida, lenta, cariñosa, menos emocionada. Y así era la persona que la emitía; como un abrazo. La voz de su abuela resonó en la sala- ¿Cómo estás? Escuchame, te quería preguntar si para tu cumple habías planeado algo...-Ah, su cumple. Ramiro se había olvidado. Miró el almanaque. Faltaban dos días.- Susana me recomendó un restaurante buenísimo, ahí por donde fuimos al museo aquella vez.... Bueno, avísame y yo hago la reserva, ¿te parece? Beso grande.
  "Tuuuuuu"
  Los mensajes siguieron un rato más.
  Ramiro fue al baño. Su reflejo le mostraba a un tipo rubio, desgarbado y flacucho.
Se vistió y preparó una mochila con unas pocas cosas: un reloj, cinco mudas de ropa, un libro y un cuaderno.
  Abrió el ventanal. Puso un banquito para poder treparse al alféizar y una vez ahí, saltó hacia afuera, atravesando cinco metros llenos de adrenalina y aterrizando en un pasto suave, en sus dos pies, como si solo se tratara de bajar un escalón.
  El pasto, tras 48 horas de sueño, le resultó suave y agradable. Ramiro sonrió.

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