Recién en el almuerzo pude hablar con ella. Para qué: se sentó insultando la calidad de la comida, pidió que corriera mi saco porque estaba incómoda, le dijo a la buena de Claudia que no hiciera ese ruido al masticar y, finalmente, se sumió en un silencio hosco que duró hasta que, después de aclararse la garganta, comentó que, a pesar de lo que le habían dicho, yo parecía bastante razonable.
Volvimos a la oficina y, por curiosear, me asomé a su piso. La vi a Alma caminar con la cabeza alta hacia su escritorio, donde desapareció tras una pila de cosas que había esparcido a su alrededor.
A los días, la gente de su piso se había ido mudando a otros escritorios y el de Alma Mipiuac parecía una isla. Escuché decir que era muy eficiente, pero que absorbía el buen humor de todas las personas que se le acercaban.
Intenté aguantarla en los almuerzos para que no estuviera tan sola, pero me convertí en el blanco de comentarios que fueron minando mi ánimo.
Estamos hasta la coronilla de verla llegar todos los días con su andar condescendiente, su cara demacrada torcida en una sonrisa agria, sus ojos fríos y vacíos y su cuerpito frágil protegido por ese asqueroso tapado peludo.
El mipiuac es un bípedo peliplumífero de las selvas subtropicales de Revillodlandia. Para leer su descripción, vaya a este link: https://odatalleristas.blogspot.com/2019/07/mipiuac.html
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