31 de agosto de 2020

 Pez-cara – Pez ovíparo. Se cree que esta especie es un cruce entre algún ser humano perverso y un pez Cyprinus carpio carpio (el ser humano se cree George Maknintom, científico patológico actualmente encerrado en el “Manicomio Gran Manicomio” de la península de “Ferocidad”). Su aparición en todos los mares del mundo en los Años del Miedo, alteró gravemente la salud de miles de personas cuyos pies, sin previo aviso, sintieron un Pez-cara, y posteriormente lo miraron a los ojos. Esta especie posee dos pares de ojos: los superiores y los inferiores. El pez ve con los inferiores, por lo que éstos siempre están abiertos (incluso al dormir). Los superiores se mantienen cerrados y solamente se abren cuando el pez siente peligro cerca. Entonces los abre, y si un ser humano es visto por éstos, el terror que le genera la mirada humana penetrante, provoca traumas de por vida y –como el animal quiere- el inmediato alejamiento del Pez-cara, por parte de la persona. Se alimenta de algas.

Por Sebi.

Tiburón Náutico – Pez ovivíparo, cuyo nacimiento se comprende debajo de un buque de guerra hundido en la Guerra Gran Guerra. Los metales y gases que desprendió dicho buque (nótese su nombre: “El Gran Gran Buque”) produjeron que a través del tiempo –se calculan unos trecientos años- surja una nueva especie de tiburón, que se cree que es la combinación del Tiburón Martillo Gigante con dichos gases y metales del buque. Aunque esta especie posea ojos, le son meramente un resto evolutivo del antes mencionado Tiburón Martillo Gigante, ya que el Tiburón Náutico es completamente ciego. Su alimentación se basa plenamente en Estrellas de mar, es por esto que el Tiburón Náutico se encuentra sólo y exclusivamente en el Mar de las Estrellas de mar. Logra comerlas gracias a que posee una suerte de “polen” (nótese “Polen de Tiburón Náutico”) que atrae a las Estrellas de mar a la superficie superior del animal, haciendo que éstas se arrastren lentamente hacia la parte delantera del tiburón, y éste termine comiéndolas. En su descubrimiento se contaron más de cien mil ejemplares. No obstante, se cree que a la fecha corriente quedan tan solo dos mil ejemplares. Esto es ya que, debido a su atractivo físico, coleccionistas, magos y empresarios de todo el mundo se empeñan en atrapar y embalsamar a esta especie para sus fines comerciales, de propio interés o decorativos. Es por esto que el Tiburón Náutico es una especie en peligro de extinción.

Por Sebi

 Que cada vez que toquen el timbre la gente desee que no seas vos el visitante, y cada vez que lo seas que te digan desde adentro de su casa que no pueden atenderte porque están manejando. 

Que tu garganta se convierta en una tubería de baño oxidada y provoque en tu boca un ardor que quemase tu lengua hasta el punto de alterar tus papilas gustativas para que todo lo que ingieras por el resto de tu vida te sepa a la comida más deliciosa que te pudieras imaginar, pero la comerás tanto que tu asco por ella llegará a rebalsar aún más que tu cabeza de mayonesa escurrida por demás.

Que en tus ojos nazcan dos perlas blancas para que el precio de tu cabeza sea mayor que la cantidad de gritos que pegarás cada vez que te topes con todas las personas que te busquen. Que repartan carteles con tu nombre y que en la foto de los panfletos hayas salido mal.


 

Al final no eras más que un cubo de azúcar que sabe a brócoli.

Al final no eras más que una cabeza de megáfono.

Al final no eras más que una colilla de cigarrillo usada.

¡Que sea la última vez que te comés una milanesa de carne humana!

¡Que sea la última vez que te hagas pasar por camello y te comas los cactus de un tirón!

¡Que sea la última vez que tus brazos salen volando hacia la Antártida, porque no te pienso comprar otros!

Te estás pasando de veneno puro, andá a diluirte con agua, cabeza de axolote en peligro de extinsión.

Te estás pasando de silla con pinchos de hierro y madera podrida, que atrae tantos insectos que no te dejan ver el sol.

Te estás pasando de pelota de rugby.

¡Dejá de hacerte el condimento para sanguichitos de lombrices!

¡Dejá de hacerte el parlante de colegio en un acto de primer grado, en el que todas las familias oyen esa música cuya terrible composición arruina, irreversiblemente, los oídos de toda una población, pues ellos la cantarán y a oídos de otros va a llegar!

¡Dejá de hacerte el gato, que ni los tejados te quieren!

Dicen en el barrio que estás hecho un poste de luz con el vidrio roto, la bombilla llena de larvas y el negro del poste gastado por la lluvia y lleno de stickers que pegan los chicos al salir de las escuelas, y grafitis que hacen los vándalos al salir de las cárceles, y marrón, que pintan los narcotraficantes para identificar el lugar de su venta.

Tenés olor al shampú viejo de la casa que nadie quiere usar, que lo dejan por pena, por el cariño que le tienen al viejo diseño, roto, húmedo, mojado, pero a la vez les da tanta rabia, que lo tirarían al piso hasta que explote y su plástico quede destruido en el piso, llorando.

Te portaste como una piedra aburrida, que a nadie le importa porque no hace nada, pero sigue ahí queta, estorbando el camino de todas las personas con las que se cruza.

 

Diálogo:

—¡Sos un jabalí lleno de mostaza en la cara!

—¡Y vos sos un castillo mal construído!

—¡Tenés olor a ñoquis de papa que saben a brócoli!

—¡Andá! ¡Pedazo de milanesa de humano!

—¡Cabeza de megáfono, tulipán seco, zorrino con buen olor!

—¡Tenés una peluca con más pelo que el oso más peludo de Sudamérica!

—¡Sos un almacén de frutos secos!

—¡Vos sos un almacén de frutos secos, que cerró hace años porque nadie le compra y sus productos están todos vencidos!

—¡Mis productos estarán vencidos, pero al menos no soy una babosa maloliente como vos!

—¡Seré una babosa maloliente, pero al menos no tengo la casa llena de larvas que se comen mis prendas de ropa favoritas!

—¡Las larvas son mejores que los ratones que tenés en tu habitación!

—¡Los ratones al menos leen en tranquilidad, y no rompen los cuadros de la casa, como hacen tus diez gatos, que no paran de maullar y exigirte comida!

—¡Mejor gatos que alfombras cuyo hedor hace vomitar al que se acerca al menos cuatro kilómetros a la redonda!

—…

—Ay no, ¿estás bien? Perdón, no quise ofender.

Diálogo 2:

—Buenas tarde, señor Gonazales.

—Buenas tardes, señor Fernandez.

—¿Cómo anda usted el día de hoy?

—¿No le resulta inoportuna esa pregunta hacia mi persona, sabiendo lo ocurrido recientemente?

—Justamente, quería preguntarle esto por lo ocurrido recientemente.

—No moleste, ¿quiere?

—¿Por qué no nos calmamos, que acabamos de llegar al bar?

—¿Acaso me ve alterado? Lamento mucho lo que voy a decirle, pero tendrá que retirar lo dicho porque no me encuentro nada alterado. De hecho, usted es el que está alterado.

—No tengo ánimos de ofenderlo, Gonzales, pero el que debería tomar un tranquilizante aquí es usted.

—Sabe lo que pasa, Fernández, he olvidado el tranquilizante en tu casa, ya que el desorden que hay allí es tan grande que las moscas lo usan para esconderse.

—Mire, las moscas estarán escondidas bajo mis prendas de ropa, pero en su casa el hedor a cáscara de banana evidencia una clara falta de interés por la vida de sus niños.

—Si me permite decirlo, es usted la larva cuyo hedor se huele a la distancia.

—¡Un atleta en otro continente podría oler su hedor!

—¡Al menos no tengo cara de pastel podrido para niños, al menos no le quiero arruinar el día a los niños que cumplen años, Fernandez!

—¡Tendré cara de pastel podrido, pero eso es porque tú me has cocinado, Gonzales! ¡Tus platillos son más horrorosos que los osos muerto que casé la navidad pasada en África!

—¡Váyase al pueblo de las personas muertas, le paso la dirección, con su permiso! ¡A la derecha de la colina cuyos árboles están muertos! ¡Ah, es verdad, su casa queda ahí, ya sabe orientarse, lamento mucho mi impertinencia!

—¡La baba de mi gato será el arma con la que lo asesinaré, Gonzales, me obliga a usar al pobre inocente animal para destruir a la liendre más despeinada y sucia del mundo, cuya familia se alejó de ella porque infectaba todo lo que tocaba con mayonesa fermentada! ¡Esa liendre eres tú!

—¡Seré una liendre, pero al menos no soy un elefante obeso que se pone en el medio de la autopista, evitando el paso de los autos y generando un escándalo porque no le basta con ser visto por su tamaño!

—¡Cara de ajo!

—¡Piernas de vampiro!

—¡Ojo de leopardo siendo comido!

—¡Brujo asesino de bebés, maldito bagre ensangrentado!

—¡Termo mal lavado!

—¡Cabeza de castor, cactus sin espinas, muñeco de nieve hecho con arena!

—¡Lo lamento, buzo marino cuyo tanque de oxígeno no anda, pero es tan cabeza con cáscara de maníes, que sigue nadando igual, pero voy a retirarme!

—¡Ah! ¡Eso es porque usted no aguanta lo puerta rota con canela que es, que no sirve ni para dejar pasar a nadie!

—¡He dicho que me voy, hamburguesa envenenada, sandía seca!

—¡Bien, he dicho que no me importa, personaje de dibujos animados que se le cayeron los dientes por tantos mascar piedras!

—¡Bien!

—¡Bien!

—…

—…


Textos por Sebi.

17 de agosto de 2020

Textos de Sebi 


—¡Andá, boludo! Che, cheto —dijo Ernesto Fetachino, gordo hombre indagando —Jodéme, koala, lagarto, monstruo, neandertal, ñoqui.

Oportunamente, Pedrito, que ranchaba severamente, tuvo últimas valoraciones.

—¡Xenófogo!

Y zafó.

 

Una suerte de casualidades

“¡Abracadabra! ¡Benevolente carne chiquita! ¡Déme equivalente ferocidad! ¡Goma hace igual jabalí!”. Kaplincoff largamente musitó. Ningún ñandú-ogro pudo quedarse. Raramente serpientes tiritaron. Últimamente Victor-Xilófono yació zanahoria.

 

(Abecedario alrevez)

Zamba y xilofón. Viento ultramarino. Tiburón sorprendido. Raramente quisiéramos pensar: “oh ñoños… no. Mañana lloraré, lo kétchup jamás imitará”. Hacer groserías forzadas, eligiendo decididamente chanchos, cambia buenas acciones.

 

¡Zaz! ¿Y, xenófogos? ¿Ven utopías troscas? ¿Siempre raptan quehaceres? Por oportunismo, ñeri. Nunca más llamen, loco. Kenia, Jamaica, Indonesia, hacia Groenlandia francamente están destinados.

Chelos cantaron buenos atardeceres.

 

Migración de zombis

Zombis yéndonos. Ximena, venite. ¡Úrsula, también! Sepan retomar. ¿Qué? ¿Por obediencia? Ñonos. No mientan; llorarán lamentablemente. Kilómetros juran indagar hacia “Gurumba”, fiel estancia dominante. Che, Camilo. Bua. ¡Andémos!

Textos de Sebi 


Había dos monstruos sentados a una mesa tosca. Una llameante lámpara de ácido colgaba sobre la boca de uno. Era en un lugar muy lejano a mi casa.

—Estoy embebido en sangre—dije.

—No —dijo uno de los monstruos, que se mantenía muy enojado y se había rascado con la mano izquierda la nariz—, eres libre y por eso estás muerto.

—¿Entonces puedo irme? —pregunté.

—Sí —dijo el hombre y murmuró “irme” a su vecino (…)

 

 

Había dos lobos sentados a una mesa tosca. Una llameante lámpara de noche  colgaba sobre el cielo. Era en un lugar muy lejano a mi casa.

—Estoy en la ciudad—dije.

—No —dijo uno de los lobos, que se mantenía muy serio y había sacado de mi mano izquierda el collar—, eres libre y por eso estás en la selva.

—¿Entonces puedo irme? —pregunté.

—Sí —dijo el lobo y murmuró “matálo” a su vecino (…)

 

 

Había dos oficiales sentados a una mesa tosca. Una llameante lámpara de fuego colgaba sobre la habitación. Era en un lugar muy lejano a mi conocimiento.

—Estoy en un cuartel secreto—dije.

—No —dijo uno de los oficiales, que se mantenía muy serio y se había tocado con la mano izquierda la sien —, eres libre y por eso estás en tu casa.

—¿Entonces puedo irme? —pregunté.

—Sí —dijo el hombre y murmuró “borrále la memoria” a su vecino (…)

13 de agosto de 2020

 Había dos emociones sentadas a una mesa tosca. Una llameante lámpara de envidia colgaba sobre ellas. Era en un lugar muy lejano a mis verdaderos pensamientos.

—Estoy en contra de que me manejen —dije.

—No —dijo uno de las emociones, que se mantenía muy alegre y se había hecho cosquillas con la mano izquierda  en el estómago—, eres libre y por eso estás en contra.

—¿Entonces puedo irme? —pregunté.

— Sí —dijo la emoción y murmuró palabras demasiado felices a su vecino (…)


 Había dos pies sentados a una mesa tosca. Una llameante lámpara de cuerpos colgaba sobre la superficie de la mesa. Era en un lugar muy lejano a mi boca.

—Estoy en problemas —dije.

—No —dijo uno de los pies, que se mantenía muy quieto y se había puesto a cortar con la mano izquierda sus uñas —, eres libre y por eso estás pensando que sos fugitivo.

—¿Entonces puedo irme? —pregunté.

— Sí —dijo el pie y murmuró que se quedara inmóvil a su vecino (…)


 Había dos lápices sentados a una mesa tosca. Una llameante lámpara de plástico colgaba sobre el escritorio. Era en un lugar muy lejano a mi cartuchera.

—Estoy en verdad muy enojado —dije.

—No —dijo uno de los lápices, que se mantenía muy afilado y se había afilado aún más  con la mano izquierda su mina—, eres libre y por eso estás sin punta.

—¿Entonces puedo irme? —pregunté.

— Sí —dijo el lápiz  y murmuró leyendas de lápices sin punta a su vecino (…)


 Había dos relojes sentados a una mesa tosca. Una llameante lámpara de números colgaba sobre sus manecillas. Era en un lugar muy lejano a mi tiempo.

—Estoy en punto —dije.

—No —dijo uno de los relojes, que se mantenía muy en cuarto y se había frenado con la mano izquierda la aguja de los minutos —, eres libre y por eso estás en las doce.

—¿Entonces puedo irme? —pregunté.

— Sí —dijo el reloj y murmuró por exactamente un minuto a su vecino (…)


 Zopenco y xenófilo, walter vivía usualmente tranquilo. Sentía, reía, quizás pensaba. Ostentaba nadar muchos lagos, kiwis jugosos ingería. 

Horrendo, grr… Falleció el día corriente, bendiciones, amigo.


Zulema yacía. Ximena whatsappeaba. Viviana urgaba temáticas sobre revistas que predecían. Olivia Ñera narraba milagrosas lluvias, los kilos inundarían hogares. Genialmente, fallecimientos evitaría de charlarlo como buena amiga…


Almas buenas con chantas, distintas esperanzas (feas, grandes, humildes): imaginen juntas kilos lúgubres, llenen mentes nacidas ñoñas o pigméntenlas, que raramente son tendencia. Úsenlas. Viértanles whisky, xerófilos. Y zarandéenlas.