Textos de Sebi
—¡Andá,
boludo! Che, cheto —dijo Ernesto Fetachino, gordo hombre indagando —Jodéme,
koala, lagarto, monstruo, neandertal, ñoqui.
Oportunamente,
Pedrito, que ranchaba severamente, tuvo últimas valoraciones.
—¡Xenófogo!
Y
zafó.
Una
suerte de casualidades
“¡Abracadabra!
¡Benevolente carne chiquita! ¡Déme equivalente ferocidad! ¡Goma hace igual
jabalí!”. Kaplincoff largamente musitó. Ningún ñandú-ogro pudo quedarse.
Raramente serpientes tiritaron. Últimamente Victor-Xilófono yació zanahoria.
(Abecedario alrevez)
Zamba
y xilofón. Viento ultramarino. Tiburón sorprendido. Raramente quisiéramos
pensar: “oh ñoños… no. Mañana lloraré, lo kétchup jamás imitará”. Hacer
groserías forzadas, eligiendo decididamente chanchos, cambia buenas acciones.
¡Zaz!
¿Y, xenófogos? ¿Ven utopías troscas? ¿Siempre raptan quehaceres? Por
oportunismo, ñeri. Nunca más llamen, loco. Kenia, Jamaica, Indonesia, hacia
Groenlandia francamente están destinados.
Chelos
cantaron buenos atardeceres.
Migración
de zombis
Zombis
yéndonos. Ximena, venite. ¡Úrsula, también! Sepan retomar. ¿Qué? ¿Por
obediencia? Ñonos. No mientan; llorarán lamentablemente. Kilómetros juran
indagar hacia “Gurumba”, fiel estancia dominante. Che, Camilo. Bua. ¡Andémos!
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