17 de agosto de 2020

Textos de Sebi 


Había dos monstruos sentados a una mesa tosca. Una llameante lámpara de ácido colgaba sobre la boca de uno. Era en un lugar muy lejano a mi casa.

—Estoy embebido en sangre—dije.

—No —dijo uno de los monstruos, que se mantenía muy enojado y se había rascado con la mano izquierda la nariz—, eres libre y por eso estás muerto.

—¿Entonces puedo irme? —pregunté.

—Sí —dijo el hombre y murmuró “irme” a su vecino (…)

 

 

Había dos lobos sentados a una mesa tosca. Una llameante lámpara de noche  colgaba sobre el cielo. Era en un lugar muy lejano a mi casa.

—Estoy en la ciudad—dije.

—No —dijo uno de los lobos, que se mantenía muy serio y había sacado de mi mano izquierda el collar—, eres libre y por eso estás en la selva.

—¿Entonces puedo irme? —pregunté.

—Sí —dijo el lobo y murmuró “matálo” a su vecino (…)

 

 

Había dos oficiales sentados a una mesa tosca. Una llameante lámpara de fuego colgaba sobre la habitación. Era en un lugar muy lejano a mi conocimiento.

—Estoy en un cuartel secreto—dije.

—No —dijo uno de los oficiales, que se mantenía muy serio y se había tocado con la mano izquierda la sien —, eres libre y por eso estás en tu casa.

—¿Entonces puedo irme? —pregunté.

—Sí —dijo el hombre y murmuró “borrále la memoria” a su vecino (…)

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