19 de agosto de 2019

Juliette

Con el frío golpeandole la cara caminó hacia la parada del colectivo.
Haciendo el increíble sacrificio de sacar las manos de los bolsillos se puso el gorro. Era de su abuela.
Le gustaba imaginarsela con ese  gorro en un barco, sentada, con la mirada perdida, portando una enorme valija de cuero y viajando hacia Argentina. Su abuela había emigrado de Francia, cuando su mamá tenía apenas tres meses.
Juliette estaba tan abstraída que casi se le va el colectivo. Llegó a pararlo justo antes de que se fuera.
Su viaje matutino duraba aproximadamente una hora.
Se limitaba a observar por la ventana; veía la ciudad amanecer, cómo la gente empezaba a colmar las calles desérticas con ojos de noche que se disolvió en mañana, de sueño, a veces de canción de cuna.
Miraba a las personas que se subían al colectivo, casi todas con los cachetes rojos por el frío.
A veces se dormía. Le gustaría conocer a su abuela, pensaba, en una vigilia entremezclada con sueño.
Juliette trabajaba en una disquería. Cuando la vio alejarse por la ventanilla supo que se había pasado de su parada.
Con pasos alborotados se acercó a la puerta y esperó a que el colectivo se detuviera.
A las ocho abrió el local. Cambió el cartel de "cerrado" por el de "abierto", encendió la calefacción , se hizo un té y prendió la radio.
Afuera veía el ajetreo de la calle Corrientes, llena de gente que de vez en cuando entraba a la disquería.
Escuchó un teléfono y corrió a la sala del fondo, donde estaba ubicado el aparato.
Era su hermana. Hablaron un rato, riendose y haciendose compañía.
Quince minutos después escuchó un tintineo, proveniente de la puerta, y colgó el teléfono.
Era una mujer de pelo enrulado y mirada ausente. Le pidió un disco que no tenía. Se fue.
Después de cerrar la puerta, Juliette empezó a hacer un boceto de esa mujer.
Le gustaba dibujar, plasmar un poco de esa realidad que vivía para, quizás, hacerla más ficticia.
Lo hacía muy bien, y quería dedicarse a eso en un futuro cercano, lo más cercano posible.
Cuando terminó el boceto lo miró desde varios ángulos.
Se rió.
                                                               *******
Doblé la fotografía al medio y la guardé en el bolsillo.
Me imanginé a Juliette. Sin la apoyatura de la foto era difícil, pero aún sentía su sonrisa flotando en el aire.
Abrí mi mochila y saqué una lapicera y un bloc. Empecé a escribir.
Sentía a Juliette en cada palabra. Era un buen personaje, lleno de vida, de personalidad.
Quizás un cuento, una novela, una poesía... algo iba cobrando vida en el papel, todavía no sabía qué.
Cuando despegué la vista del manuscrito y miré por la ventana creí ver, pasando en otro colectivo como en el que yo estaba, a Juliette.
Me sonrió.
Foto de Judith Rodríguez

Diccionario

Soldado: punto topográfico de los valles del este en el que el astro rey, debido a leyes astronómicas, presenta la forma de un cubo.
Tomate: pequeño recipiente redondo encontrado por arqueologos perteneciente a la era de los dinosaurios que representaba toda una tradición en la vida de estos reptiles. Bajo un místico ritual introducían en el tomate una fruta roja y vertían agua hirviendo. Esto evolucionó en lo que se conoce actualmente como mate.
Cerrojo: cerro de la provincia de Velztein que se tiñió, por la maldición de un gnomo, de rojo.
Consuelo: moretón que causa un golpe fuerte o ligero contra una superficie dura como el piso.
2) En la mitología griega, diosa de las profundidades, hermana de Contecho, diosa de las alturas.
Pantalón: nombre coloquial de una parte de la anatomía osuna ubicada cerca del talón donde la piel se mantiene siempre cálida, esponjosa y dorada.
Anteojo: nombre con el que se conocía antigüamente al globo ocular.
Persiana: símil a cortina pero más pesada y con otro mecanismo, aunque con la misma función de ocultar secretos al exterior. Etimológicamente, la persiana se llama así por la diosa persa de los secretos, Ana.
Cachivache: se llama así a medio bache (es coloquial; "cachi" referencia a "cacho", que coloquialmente significa "parte" o "fracción")

9 de agosto de 2019

Sueño desde vaca

Sueño desde vaca
    que sus manchas cambian
                                 se transforman,
                                                       se ocultan
                                                                        desaparecen
                                                                                                ...          



Según quien lo vea

Oro según gorra
gorra según oro
nadie según alguien
pero alguien, según yo,
no tiene gorra, no tiene oro
ni mucho menos,
alguien a quien valore.

Dedo con té

Dedo con té
pero sin un porqué
la taza rota no está
y el pie aún por lavar
pero dedo con té, igual

Camino sin teclado

Camino sin teclado
sin dejar de lado
hasta que, al fin,
logro desenchufar
y todo vuelve a la normalidad

Cuando está triste

Mantel contra abatimiento
mientras ella llora
aunque quizás, la mesa desnuda
llore aún más.

¿Quién eres?

Busca descanso
piensa en un manso regazo
y dime quién eres, 
con cariño, como un niño
porque ya no vale el más allá
ya no hay razón
no hay motivo
afuera es un viento
es la única solución, 
te digo que no te miento
¿Quién eres?
que tarde o temprano el tiempo acabará
y hoy, yo tal vez, te pueda ayudar

Empezar de nuevo

Sólo a veces existe un divino presagio
cuando parece no haberlo
cuando se asemeja a un plagio
por todas las murallas
por todos los caminos
que sin apariencia
me llevan al olvido
y reaparezco en decadencia
hundida en direcciones
mientras cierro los ojos
pensado en después
creyendo en lo que viene, porque
la luz no lleva miedo
no lleva alegría
arrebata todo
sin pensar en la vida
Entonces, lo que hay que hacer
lo que ella quiere hacer
sin descuido, con sigilo
es caer en el abismo,
olvidarse de todo lo mismo.
Pero recuerda, sin urgencia,
encuentra de nuevo tus manos
y podrás eliminar todo lo que hiciste en vano.


3 de agosto de 2019

Mi gata perfecta

           ~A Popi~

Sí, definitivamente sí. No hay duda de que superaba al resto con su increíble inteligencia, con su maravillosa ternura, asombrosa elegancia y perfecta lindura. Caminaba en puntas de pie, moviendo cada pelo mientras desfilaba. Saltaba lo justo y necesario, siempre caía en equilibrio. No cazaba, comía lo que debía, no se olvidaba jamás de tomar agua. Ojos amarillo opaco, acorazonado hocico color rosado, peso exacto, uñas idealmente cortadas, pelaje suave y bellísimo… Su cuerpo, blanco como la nieve, era tan brillante que servía como linterna en la oscuridad de la noche. Ninguna enfermedad, sin ceguera, sin sordera. Te entendía cuando le hablabas, seguramente sabía nuestro idioma humano pero no lo utilizaba porque era tan bueno que no deseaba presumir; utilizaba su suave maullido aún mejor que el promedio. Por las tardes, te recibía sentada en la puerta, se acostaba como una bola perfecta en tus piernas a la hora de dormir.



Rojo, rojo intenso, profundo rojo. Pelaje empapado. Pupilas dilatadas, teñidas de noche, mirando un punto fijo; el iris acompañaba en el borde dando un escalofriante aspecto. Bigotes caídos al ras del suelo, nariz seca. Cola y patas tiradas, sin ánimo, sin fuerzas para volver a moverse alguna vez. Músculos petrificados, estómago hinchado, boca semiabierta, mente en blanco, corazón inmóvil…
Ojos que nunca más iban a cerrarse, que nunca más iban a verme sonreír. Hocico que nunca más iba a olerme, bigotes que nunca más iban a guiarla, músculos que nunca más iban a moverse ni dejarla caminar, boca que nunca más podría comer, corazón que nunca más iba a latir, mente que nunca más iba a funcionar, no permitiría alegrarla, entristecerla, sentir, pensar, soñar, ni dejarme ser feliz…



Al otro lo trajeron poco tiempo después, aún no me había recompuesto por la muerte de mi hermosa gata. En aquel momento, te podría haber descripto indudablemente todos sus defectos, porque sí: no era un gato que se adecuaba al término “lindo”. Tenía un pelaje irregular y áspero, con manchas de todos los tones de marrón y negro, el resto era de un blanco muy distinto a la nieve, un blanco con aspecto de suciedad constante. Saltaba agitando sus patas para intentar cazar una mosca, aunque la intención estaba, nunca lo lograba y rara vez caía correctamente. Su falta de audición no le permitía maullar correctamente, su gran apetito lo hacía engordar cada vez más, su mente se olvidaba de darle al cuerpo la señal de beber agua. Golpes eran sus pasos en el piso de madera, como si golpeara un tambor. No te recibía por las tardes, se quedaba durmiendo; por las noches no se acercaba a mis pies: salía por la ventana del baño, intentando pasar su panza, y recorría quién sabe qué parte de la ciudad. Era un gato feo, un gato aún peor que el resto. Me miraba con sus perlas doradas e intentaba decirme algo, yo giraba la cabeza, pero lo único que me importaba era que parara con sus alaridos agudos e insoportables que no me dejaban tranquilo. No era educado ni fino, parecía que no le importaba nada, hacía lo que quería sin seguir indicaciones de su dueño.
Tal vez, en ese entonces, hubiese querido abandonarlo, sacarlo de mi casa. Se me pasó por la cabeza millones de ideas de como realizarlo, entre las que se encontraban simplemente tirarlo en la ruta o regalarlo a una familia que lo aprecie. Yo no lo quería, no me gustaba pasar tiempo con él, no aguantaba todos sus defectos, estaba demasiado acostumbrado a la bella gata blanca.
Un día, se me acercó y se subió a mi falda mientras yo leía el diario. A continuación, intentó sin éxito acostarse en las hojas de papel, luego quiso romperlas, tirarlas… Yo sólo me enojé, empecé a gritarlo y a pegarle con las noticias del domingo. No entendía cuál era la razón para tremendo acto, si no era simplemente molestarme. Me olvidé del hecho en poco tiempo, pero no pude evitar recordarlo cuando al domingo siguiente se volvió a repetir el mismo suceso. Semana tras semana, el gato intentaba fastidiarme cada vez más. No supe que hacer, estuve una larga tarde de sábado pensando una solución, pero no encontré nada digno. Seguí intentando hasta que el día pasó y nuevamente me encontraba con el animal intentando de todo. No me enojé esta vez, lo dejé seguir para ver hasta que grado de irritación quería que llegara; pero, para mi sorpresa, cuando empecé a mirar lo que realizaba, salió de mis piernas y se sentó en el suelo, me miró y trató de maullar. Anonadada, lo observé, saqué mi mano que señalaba los renglones del periódico para que no me perdiera, la bajé y la pasé por su lomo.



Ronroneo, ronroneo fuerte. Ronroneo cada día, cada hora, todo el tiempo.
Tardé en comprenderlo, bastante, pero finalmente entendí lo que trataba de decirme silenciosamente. Hasta hoy me arrepiento por la ignorancia que tuve cuando lo vi por primera vez, no sé como disculparme… Por más de su falta de atractivo físico, era una gato, un gato como cualquier otro. Lo transformé en un animal hermoso, con una dosis de mimos y caricias. Logré que deje de ser un felino más feo que lo común, lo empecé a ver como inédito y original. Sus ojos dorados, maravillosas joyas; sus bigotes y hocico deformes, únicos; dificultad para escuchar, mejor felicidad al observar; torpe ruido al caminar, música en vivo para mí; desequilibrio al intentar cazar, la mosca se salvaba y él se divertía. Y sí, aunque su pelaje no era blanco y prolijo, era un cuadro viviente, una obra de arte que tenía la suerte de ver cada semana. Entendí y acepté su belleza, distinta a las demás. Aprendí a leer cada vez el diario bajo su majestuosa y extravagante cola, a acariciarlo a cada rato, a ayudarlo a recordar que tenía que tomar agua, que no tenía que comer tanto, a mimarlo y cuidarlo. Aprendí a hacerlo ronronear. Me enseñó a quererlo, yo, aprendí a amarlo.

Ge


Gente grandiosa:
Guárdenme golosinas grandes, gelatinosas.
Golosinas gorda, gigantosas.
Golosinas garabateadas, graciosamente gozadas.
Grageas gustosas, gratis, gratinadas.
Griegas, gringas, galácticas.
Grandiosamente gustosas, gramos, gramos, gramos golosinosos…
Gracias golosos, golfistas, ginecólogos: glorias gigantes ganaran.
Gracias, generosa gente.


En este texto, la consigna era utilizar palabras con la misma letra al comienzo

Carta, Camila, carta...

                                                                                                          cuatro, canadá, 4019

Camila:
             Cuando cantes canciones, cantalas correctamente. Cada compás con corcheas, cantalo con corcheas ¡Con cuadradas cantás!
             Cuando cuentes cuantos caramelos compraste, ¡caramba! ¿cinco cuestan cincuenta, cuatro cuestan catorce? Casi cuarenta caeran cuando cobres...
              Cuando camines con calzado catastrófico, calambres carecerás, ¿conmigo contarás?
              Cuando comas comida con cucarachas, como calabazas, con cara casi contorsionada: calmate, compraste calamidades.
Claro, con cosas cariñosas comprenderás como contestar correctamente con cosas catastróficas...¿Comprendés?
Cariños
Candelaria


En este texto, la consigna era utilizar palabras con la misma letra al comienzo

Vacas de colores y un tigre

Un cadáver exquisito es un texto escrito por muchas personas, alguien escribe dos líneas y tapa la primera, de forma que la siguiente persona pueda leer sólo la segunda parte. A continuación, ella escribe otras dos líneas y tapa la segunda línea de la primera persona y su primera línea. El procedimiento se repite y, al leerlo, no damos cuenta del absurdo resultado.
Había una vez un grupo de personas que no entendían la consigna, pero lo estaban pasando bien! Porque el día anterior habían analizado todos los errores posibles y encontraron solución a todo (hasta ponerle los zapatos al pez), eso puede ser el mejor invento que existió y también estaba el zapato a las vacas! Me mugían, les acaricié las cabezas, manchadas en blanco y negro pero después se bañaron y sus cabezas se volvieron violeta flúor chillón, hasta que lo vio mejor y se dio cuenta de que era color jade... Esas cosas confunden, ¿no? Sí, era muy confundido, pero la confusión era porque había un tigre que complicó todo ¿De dónde habría salido? ¿Alguna broma? ¿Algún gracioso? O, por lo menos, se creía gracioso. Nadie que cometiera semejante violencia sería "gracioso". Así que, furioso, se tiró por el balcón.


Cadáver exquisito original:



En busca de...¿Alguien?¿Algo?¿Un tigre?

Un cadáver exquisito es un texto escrito por muchas personas, alguien escribe dos líneas y tapa la primera, de forma que la siguiente persona pueda leer sólo la segunda parte. A continuación, ella escribe otras dos líneas y tapa la segunda línea de la primera persona y su primera línea. El procedimiento se repite y, al leerlo, no damos cuenta del absurdo resultado.
Había una vez una lapicera azul que quería ser de color negro, pero nadie que ella conocía lo podía lograr. Era muy lejos donde estaba y no me acuerdo que era...Creo que era un copo de nieve, blanco como el pelaje de un lobo, o una gota de lluvia, quizás, quizás... Pero no llovió, es más, hubo una sequía y el pueblo quedó sediento, entonces decidieron hacer jugo de maracuyá y salieron a buscar en cada calle. Finalmente, lo encontraron, pero cuando lo encontraron había un tigre con él ¡Qué sorpresa! ¿De dónde había salido? ¿Podría ser de otro territorio? Tal vez sí, se dijo, pero luego solamente dejó de pensar en territorios y se centró en respirar... Inhalo, exhalo, ohm, feush, ya está.



Cadáver exquisito original: