Voló como si realmente fuera un ave y, al extender sus majestuosas alas por primera vez, un negro intenso las tiñó. Su pecho continúo siendo de un rojo intenso, pero sus pequeñas patas se tornaron amarillentas. Su cola se alargo, cubriéndose de un plumaje encantador que, al poco tiempo, cubrió todo su cuerpo.
Se desprendió fácilmente, como si nunca hubiese estado adherido, y llegó con los demás: con la pajarita naranja, que consiguió unas alas celestes; con el tucán anaranjado, que ahora sí parecía una abeja; con el gorrión marrón, que obtuvo en el viaje a la rama, una pancita amarilla y una cara blanquecina. Se posó en lo que, él, pensaba que era un árbol y observó lo que, él, pensaba que era un lago pequeño, con una base casi transparente y una forma cilíndrica . Miró hacia afuera: troncos, troncos extraños, cada uno incluía en sus puntas, ejemplares idénticos al que estaba posado, era un árbol gigante que en cada rama tenía mini-árbolitos; un gran océano los separaba.
Sonó una música chillona y aguda, el gigantesco humano despegó su cuerpo del sillón. Cada ave salió de donde estaba y volaron hasta llegar a una mesada, en donde se encontraban las llaves del hombre. Miró la cadena y se la puso al rededor del cuello, inmediatamente se tornó rojo nuevamente; la pajarita lo imitaba, quitando el celeste de sus alas; el tucán dejaba de sur insecto y el gorrión volvió a ser simplemente marrón.
El gran ser llevaba un traje de gala, tomó las llaves y abrió la puerta: una mujer de unos veinticinco años ingresó a la sala. Inspeccionó todo con su poderosa vista, hasta que se animó a responder a la implícita pregunta que el propietaria había intentado formular con sus mirada.
- Linda casa, me gusta el llaverito de pajaritos- lo tomó y empezó a moverlos con el dedo- este pequeñito colorado pareciera simpático, se asemeja a vos.
-Sí…
Corrió hacia la ventana, empezó a observar con detenimiento una planta, la tocó, la
sacudió y unas chicas plumas, del tamaño de un granito de arroz, cayeron en la tierra de la maceta.
Al lado, un vaso de cristal que contenía agua, lo miró y no dudó en beberlo.
sacudió y unas chicas plumas, del tamaño de un granito de arroz, cayeron en la tierra de la maceta.
Al lado, un vaso de cristal que contenía agua, lo miró y no dudó en beberlo.
- Tenía sed- murmuró luego.
- No te preocupes, ¿Y la vista te gusta? Árboles separados por un pequeño río. Bellísima
- Sí, aún conservan las hojas en sus ramas, a pesar del frío… Me encanta...René Magriette, "Le regard intérieur"
En este texto, la consigna fue basarse en una pintura
Zulema: Me encanta la imaginación desplegada por la autora en su narración. sobre el cuadro elegido.
ResponderBorrarMaría Inés: Hermoso "vuelo" poético logrado por la narradora.
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