Un cadáver exquisito es un texto escrito por muchas personas, alguien escribe dos líneas y tapa la primera, de forma que la siguiente persona pueda leer sólo la segunda parte. A continuación, ella escribe otras dos líneas y tapa la segunda línea de la primera persona y su primera línea. El procedimiento se repite y, al leerlo, no damos cuenta del absurdo resultado.
-Mi invento, queridos,
se trata de algo útil, no es un cablerío sin sentido, tiene cuerpo
estable, de madera; unos brazos metálicos cubiertos de pintura que
alguien desechó; un sombrero rojo para hacerlo amigable y, no es más
que eso. Pero no se olvide que dentro está la verdadera mecánica
del objeto- Trató de defender su creación, Manuel.
- Pero señor, ¿cómo va a ser un inventor, si no
sabe ni ajustar los tornillos de su capataz? ¡Que mordaz!- comentó
Leonardo, uno de los tres
integrantes de aquella mesa.
Rogelio parecía estar confundido, sus ojos lo
expresaban. Todos lo miraban esperando que
aporte algo al debate, pero se estaba poniendo nervioso. Cerró los
ojos un minuto y se puso a pensar en lo que diría, finalmente se
decidió por una frase rebuscada para dejar a los demás
desconcertados y tener más tiempo para armar su opinión sobre el
artefacto.
- ¿Pero cómo son los días del pobre invento si en el silencio del
ruido de la plaza se escuchan sus lastimeros quejidos del parlante
enchufado del monocromático sistema?
Para su sorpresa, los demás no quedaron tan anonadados y se vio
obligado a decir lo que le vino a la mente para poder tener el tiempo
que deseaba para organizar sus pensamientos y críticas sobre lo que Manuel había llevado para mostrar:
- ¿Se acuerdan de la
película en la que el actor era famoso? … Eh … ¿Cuál era el
nombre?… No importa, él mataba a los monstruos.
- Con respeto, señor, estamos hablando de mi maravillosa invención.
Me costó años encontrar el resultado de la ecuación que me dio mi
profesor, pero finalmente descubrí que la incógnita era equivalente
al radio el círculo que utilizaba el mono del dibujo de mi
maravillosa creación para saltar como trampolín.
- Eh...- empezó a dudar Rogelio nuevamente, sin
pensar continuó diciendo lo primero que le vino a la mente:-
¿Sabe cuántos monos trabajaron en ese invento?
- ¿Se encuentra bien señor?
Al parecer no quiere hablar de lo que creó Manuel, que se cree un inventor aunque no sabe contar hasta diez-
Dijo Leonardo, para insultar implícitamente a los otros dos.
- Uyyy, no saben, ayer salí de mi casa y había un sol hermoso, pero
después llovió, a la tardé nevó, no saben… ¡A la noche
granizó!
- Si usted hable del
clima, de los monos, de películas o de plazas silenciosas y el otro
insulta mi increíble innovación, significa que no están aptos para
apreciar su belleza. Me voy y me llevo mi aparato.
Hubo un portazo en la sala, quedaron dos personas en silencio por
unos segundos. Se miraron fastidiosamente y luego, Leonardo salió.
“ Sólo al fin, no tengo que pensar en críticas
buenas o malas sobre el… sobre eso, ni siquiera sé si puede
considerar invento. No los aguantaba más a estos dos… ” Pensó
Rogelio, al rato fue hacia la plaza donde
en el silencio del ruido se
oían quejidos, a tratar de acordarse el
nombre del actor de aquella película de monstruos, mientras contaba
la cantidad de monos trabajadores y recordaba lo que había dicho el
pronóstico esa mañana.
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