El triste turista de un país lejano investigó sobre la cultura del país que iba a visitar, Argentina. Mientras buscaba encontró un sitio web sobre dichos, pero, porque usaba el traductor de “Google”, pensó que lo que decía el sitio eran costumbres que si no cumplías la gente se ofendía. Peor todavía, ya que usaba el traductor no entendió bien los dichos. Al triste turista le sorprendió que la gente acostumbraba a no madrugar porque si lo hacías dios te comía, o que para acercarse a árboles había que clavarse astillas, también leyó que para poder cerrar la boca la gente esperaba que comieras moscas vivas y leyó más cosas erróneas. Desde el día que el turista arribó a Argentina nunca madrugó (es más, se despertó lo más tarde posible porque otro dicho decía que no se despierta antes si se despierta más temprano), le abrió la boca a caballos que no estuvieran regalados, comió moscas para cerrar la boca, se clavó astillas cuando estaba cerca de árboles, se tropezó mucho para no caerse y bastantes cosas más. Aunque al comienzo le pareció una cultura muy rara cuando se terminaron sus vacaciones quedó fascinado por la gente y decidió volver a Argentina, esta vez decidió informarse leyendo un sitio web sobre el Martín Fierro.
30 de mayo de 2020
28 de mayo de 2020
No hay dos sin tres
“No hay
dos sin tres”, decía todo el mundo. Cuando veían caminar de la mano a Dos con
Tres, acotaban: “Ay Dos… ¿cómo podrías existir sin Tres?”. Pero pasaron los
años y Tres murió. Fue atropellado por Setenta Y Uno (quien no tenía buena
fama) en la Avenida Decimal.
Setenta Y
Uno fue a juicio y declaró: “¡Nadie me considera! Sólo sirvo para unas pocas
cuentas de matemáticas…”. Sin embargo, el pobrecito no sirvió ni para dar pena,
porque el juez que le había tocado era Nueve Mil Doscientos Cuarenta Y Cinco
Tercios, así que no hubo más para hablar. Setenta Y Uno tuvo Cadena Infinita.
Por otro
lado, Trece, que había salido a dar una vuelta en su nuevo auto, vió frenar de
golpe la camioneta de Setenta Y Uno que había atropellado a Tres, y giró
precipitadamente. ¡Qué mala suerte tuvo Trece! Chocó con el gran anciano
Infinito que justo pasaba por ahí y lo partió a la mitad. ¿Qué harían ahora con
Infinito? ¿Se contaría Mitad de Infinito Izquierda Más Mitad de Infinito
Derecha? ¡Cuánto trabajo extra sería para los Más! ¡Y cómo se reirían de ellos los
Menos! Finalmente se decidió llamar a la parte izquierda como: “Menos Infinito”
y a la derecha como: “Más Infinito”, para que Más y Menos no pelearan. A Trece
lo condenaron a ejecución, pero el corte salió mal y no lo mató, por lo que fue
enviado directo al hospital. Todavía se está viendo qué hacer con Trece…
“¿Y qué pasó con dos?”, se preguntaban los
números. “¿Habrá muerto?”, decía el atrevido de Cinco, o el loco de Raíz
Cuadrada De Dos. La realidad era que no: Dos estaba completamente vivo. Pero…
¿dónde estaba? Nadie podía encontrar su ubicación, pero los influencers Diez, a
quien todos adoraban por lo simple y perfecto que era y Uno Coma Ciento Uno, quien
era un actor muy popular (protagonista de la película de acción: ¡Vamos Uno Coma Ciento Uno, mátalos a todos!)
subieron fotos a las redes sociales en las que se veía a Dos con un manto negro
en la cara. Se estaba escondiendo.
La
controversia causó un enorme descontrol en el país. Los Cuarentas, tan rebeldes
como siempre, dejaron de trabajar exigiendo que se encuentre y se elimine a
Dos, porque no podía haber Dos sin Tres. Los más tranquilos, los Cincuentas
(además de haber perdido la cuenta de hace cuánto tiempo no aparecía Dos), exclamaron
que tal vez podía haber una modificación a la regla, y que pueda existir Dos
sin Tres. El misterioso Siete, predijo que se acercaba una gran catástrofe,
pero que se podía evitar y, como es Natural (y da suerte), muchos le creyeron. Los
números Negativos, estaban especialmente de mal humor ya que hasta los Iguales
(que les daba todo igual) estaban hablando de Dos. La cuestión concluyó con el
discurso del presidente Pi (3,14159…).
“Se
realiza una orden de captura y ejecución inmediata a número Dos. Quien traiga
su sucia cabeza de flamenco a mi despacho, recibirá Un Millón (los Millones se
sintieron un poco ofendidos) de alimentos, además de Un (al Uno le dio igual
ser mencionado, ya que siempre lo nombraban) tobogán de agua instalable en las
casas”. La parte del tobogán de agua cautivó a los juguetones Ochocientos. Pi,
serio e inflexible como siempre, se puso a hablar de tecnicismos que no eran
necesarios de explicar, pero que duraron hasta el alba del día siguiente. Es
que Pi, como lo muestra su Infinita cantidad de sus números, no terminaba más.
Un mes
después apareció Dos, junto a los fuertes Miles, todos armados hasta los huesos
en el despacho del presidente. Cuando Pi oyó el golpe en su puerta, creyó que
tenían la cabeza de Dos y, muy felizmente, fue a abrir. La sorpresa que se
llevó casi lo mata de un susto, pero eso habría sido terrible porque barrer tal
cantidad de números era tarea para años. Dos y su Milenario ejército, sacaron
los dispositivos con los que Pi pudiera comunicarse con el exterior y lo ataron
en su despacho con sogas que resistían cualquier número (no había espacio para
nadie más, así que anudar las sogas no fue fácil). Dos había hecho un golpe de
estado, y lo estaba a punto de anunciar.
Los guardias
eran Quinientos y llevaban lentes negros que los hacían parecer de la película:
¡Vamos Uno Coma Ciento Uno, mátalos a
todos! Pero cuando intentaron comunicarse con Pi para recibir órdenes,
nadie respondió. Así que sólo pudieron rendirse ante Dos y los Miles. Dos
organizó una oratoria y habló ante todos los números del País de los Números:
“Todos pensaban:
‘no hay Dos sin Tres’. Pero aquí estoy. Cuando Tres murió, sabía que si yo no
moría, me matarían. Fue muy dura la muerte de Tres, y nos duele a todos. Pero
resistí y, contra todas las probabilidades de cualquier número Real, Racional,
Entero, Natural e incluso Irracional (¡qué difícil era hablar con ellos!), sobreviví.
Ahora hay Dos sin Tres”.
Bajo ese
lema reinó el imperio de Dos. Pero había un problema: salía segundo en todo. Y
eso lo llevó a perder La Gran Guerra Contra Las Letras. Y los números quedaron
olvidados. Sólo Puntos y Comas sobrevivieron, ya que nadie entendió si eran
letras o números.
Miles de
años más tarde, en contra de todas las posibilidades, un pequeño Uno nació del
vientre de H, que había huido de las represiones del imperio del rey J. Ella
decidió cuidar de él. Y la rueda volvió a contar.
27 de mayo de 2020
Cría cuervos y te sacarán los ojos
El hombre vivía solo. Estaba cansado de estar solo y se unió al Club de los hombres solos. Otro hombre que vivía solo presentó un día la renuncia al Club de los hombres solos, porque había dejado de estar solo. En el último encuentro, el otro hombre que vivía solo reveló que había conseguido un espantapájaros, pero que no se llamaba espantapájaros porque su deber no era hacer al hombre solo aún más solo, sino que permitía que un pájaro conviviera con el hombre solo para que dejara de estar solo. Entonces el primer hombre solo se compró un espantapájaros´que no se llamaba espantapájaros y renunció por adelantado al club de los hombres solos.
El hombre ya no viviría solo. Estaba esperando que el espantapájaros que no se llamaba espantapájaros eligiera un pájaro para que conviviera con el hombre solo. Esperaba un canario, un loro o un gorrión, pero el espantapájaros que no se llamaba espantapájaros atrajo un cuervo negro.
El hombre solo que ya no estaba solo se disgustó en un principio, no le gustaba el negro porque era muy negro, pero pensó que a caballo regalado no se le miran los dientes, y miró al cuervo negro con cariño.
El hombre solo que ya no estaba solo trató de ignorar el negro y el cuervo negro trató de ignorar que el hombre alguna vez fue solo. Entonces, se llevaron muy bien. El hombre le enseñó al cuervo a ver como un hombre, y el cuervo aprendió del hombre. El hombre le mostró al cuervo que la vista era lo más preciado, y el cuervo aprendió del hombre.
Cuando el cuervo negro creció y se volvió más negro, había aprendido del hombre solo que ya no estaba solo que ojos que no ven corazón que no siente. Entonces el cuervo negro cayó en la cuenta de que el hombre se iba a ennegrecer con el tiempo y recordó que al hombre no le gustaba el negro porque era muy negro. Esa noche el hombre se acostó temprano, y el cuervo negro decidió esperar hasta la medianoche, así el negro de su plumaje se camuflase con el negro de la noche. Cuando el negro era tan negro que sólo se veía el negro, y el cuervo negro supo que era el momento indicado. No supo si llegó volando, pero se halló en la cabeza del hombre solo que ya no estaba solo. El hombre sintió un cosquilleo y abrió los ojos, pero como vio todo negro los volvió a cerrar, fue entonces cuando el cuervo logró sacarle el primer ojo, y como no quería dejar evidencia se lo comió.
El hombre sintió un cosquilleo y abrió los ojos, pero como vio todo negro los volvió a cerrar, fue entonces cuando el cuervo logró sacarle el segundo ojo, y como el primero le había gustado tanto también se lo comió.
El hombre solo que ya no estaba solo descubrió que le faltaban los ojos, pero no pudo culpar a nadie porque vivía solo, pero no tan solo porque tenía un espantapájaros que no se llamaba espantapájaros porque le había atraído un cuervo negro, pero eso no se lo podía contar a la policía. El hombre se resignó a perder la visión, y apreció al cuervo más que nunca, no solo porque era su única compañía sino también porque ya no veía su negrura. Ante su éxito, el cuervo negro se unió al Club de los cuervos negros y les contó a los demás cuervos negros que si querían que los hombres olvidasen que eran negros, con comerle los ojos bastaba. Los otros cuervos negros se dieron cuenta que esta técnica funcionaba, entonces llamaron al club “Cría cuervos y te comerán los ojos”.
Sabotaje
La mujer servía alimento en la bota. La bota había pertenecido a un general. El general había desechado la bota porque le quedaba chica. La bota había sido recogida por la mujer. La mujer servía alimento en la bota.
(40 palabras)
Voy y vuelvo
Me balanceo.
Busco un lugar.
Allá,
acá.
Voy
y vuelvo.
Voy,
voy,
voy.
Y ya no vuelvo más.
(21 palabras)
Dos hombres
Uno era bajo y de tez morena. El otro era yo.
Uno mató al otro. El otro sobrevivió para contarlo.
(22 palabras)
Con coronita
En mi barrio siempre un niño roba cerezas, pero el otro día descubrí que era hijo de verdulero.
(20 palabras)
Baile de seda
Soñé que una mujer bailaba el vals con vestido. Otra mujer pasó al rato, vestida de la misma manera. Soñé que dos vestidos bailaban el vals con dos mujeres.
(32 palabras)
Puedo hacer lo que quiero
Lo primero que hago al despertarme es cerrar los ojos. Visualizo mi día o mi vida. Pero nunca sé si en ese cerrar de ojos me volví a dormir y todo esto es un sueño.
(40 palabras)
Los viernes
1 de mayo de 2020
Luz del sol
Futuro
Presente
Pasado
De cómo una mancha de café me salvó la vida
-¿Quería pedir algo, señor?
La voz me sacó de mis pensamientos. Pedí un café con dos medialunas, casi para justificar mi presencia en el bar semidesierto.
Bah, desierto, no había nad… ah, sí. En el otro extremo del salón, al lado de los baños había dos tipos cuchicheando. Ambos usaban sombreros y tapados negros, lo que les daba un aspecto curioso. Hablaban muy bajo y casi no podía escucharlos.
No había nadie más en el bar.
Yo estaba esperando a alguien. Habíamos arreglado juntarnos a las 10:30. Eran las once y todavía no había llegado. Yo vendía mi casa y me iba a juntar con el comprador. Él había elegido el bar, una casi cueva escondida, oscura y sucia en Corrientes. Me sorprendía su demora -la primera vez que lo había visto me había parecido un tipo puntual y ordenado- y a decir verdad también me inquietaba un poco. Había algo en toda esa escena que no me gustaba.
-Permiso
La voz del mozo me volvió a sobresaltar. Era un tipo tan desaliñado como el bar en el que trabajaba. Sin embargo, había algo en él que me remitía a alguien más. Sentía que lo conocía de algún lado, pero no podía precisar de dónde. Tenía unos bigotes grotescos, raros a decir verdad, y un delantal deshilachado.
Traía una taza cachada con un líquido translúcido que mal simulaba café y pequeños pedacitos de masa llenos de harina que nada tenían que ver con la dignidad y majestuosidad de las medialunas.
Apoyó todo eso en la mesa y se retiró. Miré el reloj. 11:20.
Si en diez minutos no venía mi comprador, me iba. Mientras tanto, me dediqué a intentar pescar algo de lo que hablaban en la otra mesa. Solo logré escuchar un par de frases:
“-¿ Pero vos lo viste alguna vez? No me estarás mintiendo…
-Hablame bien. No lo vi, pero estoy seguro. Es él. El otro está muerto”
Cuando escuché esa palabra mi inquietud se acentuó . ¿No habré escuchado mal? ¿Qué otra cosa podrían haber dicho que sonara así? Tuerto, huerto, puerto, cierto...pero nadie podía estar ni huerto, ni puerto ni cierto...tuerto tal vez sí.
Igualmente era raro.
Volví a mirar el reloj, ansioso. 11:21. Qué lento pasaba el tiempo.
Sentí que los de la otra mesa me miraban, pero me dije que era solo idea mía.
11:22. Casi me había convencido de que había escuchado mal y que estaban hablando de alguien tuerto cuando escuché otro fragmento de la conversación.
“-Creo que se dio cuenta
-¡Hablá más bajo, imbécil! Si serás inútil
-Nos está mirando
-No lo mires vos. TE DIJE QUE NO LO MIRES”
Empezaba a sentirme asustado. Mastiqué un pedacito de mi medialuna para matar el tiempo. Era una masa agria, mal cocinada, llena de harina que no se deshacía en la boca. La escupí. Me levanté y fui al baño. Cuando pasé al lado de la otra mesa, los tipos hicieron un silencio repentino.
Al volver del baño, dejé unas monedas en mi mesa, agarré mis pertenencias y empecé a caminar hacia la puerta. Miré por última vez el reloj.
11:30. Al levantar la vista de las agujas, vi parado ante mí al mozo, bloqueando la puerta.
-¿Está muy apurado?- dijo, y se arrancó los bigotes postizos.
Sin esa especie de máscara se revelaba todo. La clave de su identidad estaba en la ausencia de esos bigotes. Era mi comprador.
-Le..dejé la plata en la mesa- balbuceé e intenté avanzar. No entendía nada.
El falso mozo sacó una pistola.
-Eso no es relevante- dijo mientras me apuntaba
Miré hacia atrás, buscando una salida.
Los tipos de la otra mesa me bloqueaban el paso. No había escapatoria.
Lo siguiente que recuerdo es estar tirado en el piso de mi departamento. Me dolía mucho la cabeza y me retumbaban los oídos.
Ni bien abrí los ojos, uno de los hombres de tapado se me acercó.
-Decí todo lo que sabes- demandó
-¿Qué?
-No te hagas. Lo de tu abuelo. Sabemos que tenés esa información-escupió el falso mozo
Yo no entendía nada. ¿Lo de mi abuelo? Me puse a pensar.
Lo únicos recuerdos que tenía ligados a mi abuelo eran los domingos al mediodía comiendo en su casa, mi familia discutiendo de política con él , los dos gatos peludos con los que yo jugaba, la casa grande y laberíntica que había vendido para comprar el pequeño departamento que yo ahora quería vender.
-Mire, si quiere el departamento yo se lo vendo, le puedo bajar el precio…- hilé
Uno de los hombres me pegó una cachetada. Había que cambiar de táctica.
-Está bien...lo voy a decir- murmuré- ¿Quieren saber lo de mi abuelo?
Ni yo mismo sabía lo que estaba haciendo. Las palabras salían de mi boca como último recurso.
-Dale, hablá. No tenemos todo el día- me apuró uno
-Bueno,mi abuelo vivía en otra casa antes…- empecé
-No, lo de los mapas. No te hagas el vivo
-Ah, lo de los mapas…- procuraba hablar lo más lento posible para ganar tiempo- A mi abuelo le interesaba mucho el arte de la cartografía- inventé- De hecho, él siempre decía que “pedes in terra ad sidera visus”- pensé que decir algo en latín, medio intelectual, iba a dar autoridad a mis palabras. Funcionó; los tres hombres se me quedaron mirando boquiabiertos. Se ve que no sabían latín, porque la cita no tenía nada que ver con la situación. Fue lo primero que se me ocurrió. De hecho, nada tenía que ver con nada. Dudo que mi abuelo siquiera tuviera que ver algo conmigo.
-¿Pedes qué?- le preguntó un hombre al falso mozo
-No sé- dijo este y se dirigió al tercer hombre- ¿Vos sabes?
-¿Y por qué tengo que saber?- dijo el tercero
-¡¿Nadie sabe?!- preguntó el falso mozo
-Pero, jefe- balbuceó un hombre de tapado- no tenemos porqué saber
-¡Esto puede llevar toda la operación a pique! ¡¿Cómo que no sabes?! ¡¿Para qué te pago?!
-El contrato no decía nada sobre idiomas- se defendió uno
-El latín es una lengua muerta- alegué yo. No me hicieron caso
-¡Y esos tapados ridículos! ¡¿Se puede saber por qué están vestidos así?!
-Maestro,yo pensé que para la ocasión…
-¡¿Pero vos ibas a secuestrar a un chabón o a actuar en una película de James Bond?! ¡Dije que se vistieran discretos!
La situación era absurda. Me hubiera reído de ellos si no tuviera otra preocupación: cómo salir de ahí.
“Pedes in terra ad sidera visus” “Los pies en la tierra, la mirada en el cielo”. Miré al techo.
Si fuera una película, pensé, habría una araña colgando del techo que yo podría cortar y estrellar contra la cabeza de los villanos. Pero no; un techo de un blanco impoluto, como cuando en medio de un examen mirabas para arriba y solo veías la realidad.
Entonces miré al piso. Nuevamente pensé que la situación en un relato ficcional sería otra. Me imaginé tablas de madera que darían lugar a un refugio subterráneo. No, durlock.
La fría realidad del presupuesto de un estudiante, que no puede costearse ni su imaginación. Rayos.
Solo quedaba una chance: las paredes.
-¡¿SE PUEDE SABER QUÉ TENGO QUE VER YO CON QUE ME HAYAN VENDIDO UN BIGOTE POSTIZO DE MALA CALIDAD?!
-QUE CASI NOS DESCUBREN; ESO TIENE QUE VER
Mis tres acompañantes seguían discutiendo.
Junté aire, con miedo a decepcionarme, y miré las paredes. Vacías.
Exceptuando una pequeñísima mancha de café al lado de la ventana, mi última esperanza. Esa mancha la había hecho hacía unos días. Estaba tomando café, abstraído y tocaron timbre. Me pegué tal susto que revolee la taza, que por suerte era de plástico. El café no era de plástico. Una lástima, porque estaba recién hecho.
Miré el reloj. 1:30
-¿Quieren saber lo del mapa?- dije. Los tres tipos hicieron silencio y me miraron. Me acerqué a la ventana, que tenía las persianas bajas.- Está ahí- señalé el lugar de la mancha, que por la poca iluminación no se veía bien. Empecé a levantar las persianas.
-¿Qué haces, pibe?
-Si lo quieren ver, está ahí- dije, con toda la seriedad que pude- Es solo cuestión de mirar- agregué, para sumar misticismo.
El jefe de la banda me hizo un gesto. Seguí subiendo la persiana. Cuando la luz penetró en la habitación, volví a señalar la mancha.
-Es una técnica muy vieja- versée- para codificar los mapas.Supongo que los señores-dije, mirándolos- sabrán
Era mi momento. Los tres tipos miraban estupefactos. Entonces, abrí la ventana y salté.
Si hubiese sido una película, habría caído metros en cámara lenta y habría un colchón para amortiguar la caída. Muy heróico.
No tuve esa suerte. El departamento era planta baja.
Corrí varias calles, pero nadie me seguía.
Mirá qué tipo interesante mi abuelo. Más de lo que yo creía.
Entré a un bar. Pensé en pedir un banquete,algo digno de mi ingenioso escape, pero me atuve a mi presupuesto.
-Un café- dije- y dos medialunas