29 de febrero de 2020

Mar

Recibí una llamada el martes a la mañana. Me sorprendió la voz angustiada de mi papá. Me acababa de despertar.
-Mamá murió-dijo- La nona se fue
Me lo imaginé entre lágrimas, con el teléfono aferrado a su mano, pensando cómo decirle a su hijo que su abuela había fallecido.
Desayuné un café con gusto a llanto, y me tragué la tristeza con tostadas, como si la comida pudiera llenar ese vacío de martes a la mañana.
Pensé en ella todo el día, toda la semana.
La nona era muy muy anciana. Cuando yo nací, ella tenía ya setenta y nueve años.

El primer recuerdo con ella, creo, fue una vez en la playa, cuando nos fuimos de vacaciones con toda la familia. Era tarde, ya casi caía el sol. Habíamos alquilado una cabaña en la playa y nos pasábamos el día ida y vuelta entre el mar y la arena, con mis tres primos.
La abuela se la pasaba en la reposera, mirando el mar. No sé qué recuerdo de ella en ese momento y qué vi en fotos, pero de alguna forma u otra sé que tenía una mirada muy profunda, y la cara arrugada. Era petisa.
Yo le solía hacer preguntas todo el tiempo. Porque no era lo mismo que preguntarle a mamá o a papá, que me decían que fuera a jugar o me salían con que me pusiera protector solar. Ella me decía respuestas, que yo no comprendía pero que me parecían muy interesantes. Además, me sentía sumamente inteligente al mantener ese tipo de conversaciones, supongo.
Un día le pregunté si el mar terminaba.
-Sí, termina- dijo
- ¿Y por qué?
Se quedó en silencio
-Abue-insistí
-Y... en algún momento tiene que terminar. Es como una dirección, las cosas se mueven hacia su final. Eso no es malo. Cumplen un todo.

Voy al trabajo. Un par de compañeros me ven mal y me preguntan qué pasa. No les cuento.
En el subte me duermo.
El jueves es el entierro.
Es la primera vez que voy a un entierro. No es como en las películas, que llueve y el día es gris y pesado, tanto que da la sensación de que el cosmos entero llora.
No, es un día radiante, con un cielo despejado y un aire tranquilo. Hay gente que ni conozco, e inconscientemente busco con la mirada a la nona, hasta que me acuerdo de que no la voy a encontrar ya.
Me siento abrumado. Muchas señoras viejas se me acercan y me abrazan diciendo algo así como "pobre, es el nieto".
Nona vivía en una familia enorme. En su casa, aparte del olor a perfume y a encierro, había miles de pequeños cuadros ovalados con un aire antiguo de fotos de su familia. Ella quería mucho a su familia. Siempre nos lo decía.
El entierro transcurre, lento y triste. Si en ese momento me hubiese distanciado de mi angustia me habría parecido que era ridícula una reunión hecha para llorar.
Al día siguiente no quise ir al trabajo, no me sentía bien.
Estuve ordenando la casa, algo que no frecuentaba en absoluto. Creo que lo hacía para ordenar mi mente porque algo, alguna pieza, parecía no encajar en la realidad inevitable.
El viernes vamos con mi papá a la casa de la abuela. La vamos a poner en venta y antes tenemos que desocuparla.
En el camino ni papá ni yo decimos nada.
Mientras subimos por el ascensor le doy un apretoncito en la mano.
Llegamos al quinto piso.
En el departamento hay muchas fotos. En varias estoy yo.
En la más reciente, la única a color, estamos ella y yo después de que ella saliera del hospital la primera vez que la internaron. Yo la supero en altura y tengo mis manos sobre sus hombros.
Ella me mira, feliz y orgullosa.
En los últimos tiempos ella no estuvo muy bien. La internaron cuatro veces en un año.
Todos estábamos tensos, tristes. Había un aire pesado en la familia.
Con papá guardamos todo en cajas. Es impresionante la cantidad de reliquias familiares que encontramos.
Después de cuatro horas y media terminamos.
En el ascensor papá llora en silencio. No sé cómo animarlo, es la primera vez que lo veo llorar incluso.
Lo abrazo y le empiezo a hablar.
Primero hablo de pavadas. Después empiezo a hablar de la abuela, de anécdotas, recuerdos lindos, cosas graciosas de ella. Consigo hacer reír a papá entre su llanto.
Salimos del edificio hablando y de la mano, y pienso, mientras atardece, que la historia de la abuela llegó a su todo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario