29 de febrero de 2020


Salí de casa corriendo, los cordones desatados, el café a medio tomar en una mano, la otra mano ocupada en cerrar la mochila: llegaba tarde.
A trompicones bajé las escaleras del subte, cuando oí una voz a mis espaldas:
-¡Alonso!
Ese era mi segundo nombre: un nombre gastado,viejo,aburrido y polvoriento que estaba terminantemente prohibido usar entre mi círculo y que solo unas pocas personas -entre ellas mi papá y mi mamá- conocían.
Me di la vuelta, disimulando mi extrañeza.
Una señora me empujó -yo había quedado al pie de la escalera, tapando el paso- y un pibe con auriculares me dijo algo.
-¡Alonso! ¡Eh, viejo, tanto tiempo!
Identifiqué al dueño de la voz. un tipo de más o menos mi misma edad, pelado y con anteojos. ¿Quién era? No tenía idea.
Inconscientemente me propuse darme vuelta y tomar el subte, a punto de cerrar sus puertas e irse de la estación, pero tenía curiosidad y me daba vergüenza dejarlo ahí plantado.
Así que subí la escalera y fui a su encuentro.
-¿Qué haces, maestro?- me dijo, tendiéndome la mano. Decidí fingir que recordaba quién era.
-Todo bien. Che, cuánto tiempo-dije, mientras estrechaba su mano calurosamente.
-Sí,sí. Desde aquella fiesta de fin de año que no nos vemos, esa en la casa de Gonzalez. ¡Hace mil no lo veo a Gonzalez tampoco!- el flaco no me estaba dando ninguna pista para averiguar su identidad. ¿Gonzalez? No tenía idea de quién era. Reflexioné un momento. Las últimas fiestas de fin de año que recordaba eran mi abuela y mis familiares apretados en la única sala de la casa con aire acondicionado. Entonces, a este individuo lo debía situar en el pasado, y aparentemente hace mucho no lo veía.
-¡Nos tenemos que juntar a tomar algo!- exclamó.
Fijamos fecha y hora, y yo seguía sin recordar quién era.
Me tomé el subte.
Semanas después del encuentro (en el que había compartido una cerveza y una pizza y había hablado poco y escuchado toda la vida de un tipo que no sabía quién era), en la  misma secuencia, corriendo contra el tiempo -como siempre- un relámpago vino a mi memoria.
-¡Ahhhhhh! ¡Pablo!

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