Rodolfo, nuestro gato, estaba raro,
tenso. Él, gato de raza, el único lujo que teníamos, era el típico
gato burgués que miraba pasar la vida bajo su atenta mirada celeste.
No
sé cuándo empezó, pero en mayo ya no se hablaba de otro tema en la
mesa.
-Está
nervioso, inquieto, se sobresalta cuando llego del trabajo- decía mi
mamá.
-Los
gatos perciben más cosas que los humanos, es un hecho- repetía
Bianca, generalmente gesticulando con el tenedor.
-Creo
que perciben fantasmas- agregaba yo. Antes me comportaba escéptico
ante la mera mención de sucesos sobrenaturales, espíritus, todas
esas pavadas que no existían y su única utilidad era alimentar la
industria del cine, de la literatura, del terror.
Pero
ahora ya no sabía que pensar.
Rodolfo
siempre había sido un gato orgulloso, peludo, con el pelaje
lustroso, suave, casi de seda. Tenía buen porte, se sentaba erguido,
con la cola enrollada alrededor suyo, sobre un sillón de pana que
parecía incluso más suave que él. Pero cuando su ánimo cambió, no
sé si abruptamente o de manera gradual pero no pude percibir las
primeras anormalidades, también lo hizo su cuerpo.
Llegué
a pensar, por influencia de mis amigos, que en verdad se trataban de
espíritus que rondaban por la casa, pero me convencieron sólo por
un tiempo, ya que luego comprendí que no era posible.
Cuando
me levanté ese día no quedaban rastros de su pelaje, de su
suavidad. El sillón de pana estaba impecable…
-¿Dónde
está Rodolfo?- fue la primera reacción, que se dio en mi mamá y,
ahí, me di cuenta: no estaba.
Fui
a buscar a Bianca, revisamos en casa, definitivamente no estaba allí.
Fuimos a preguntar por el barrio con una foto que habíamos
encontrado, pero los vecinos más próximos no eran de gran ayuda.
Entonces, dejamos de ir a las casas de gente despistada, distraída,
y comenzamos a preguntar a conocidos, con hogares más lejanos, pero
conocido igual.
-¿Un
gato? ¿Ustedes?- dijo la tía Maite.
-
Si sus padres me lo permiten, yo no tengo problema en buscar un
gatito para regalarles, si es lo que quieren.
-¿Esto
es una broma?
-Nunca
tuvieron un gato.
Nunca
tuvimos un gato…
Los
gatos, tal vez perciban espíritus, pero Rodolfo no veía fantasmas,
no sólo veía fantasmas… Ya le veía yo los ojos demasiado
celestes y traslúcidos.
Este texto fue escrito con una variante del "Cadáver exquisito": entre Emilia, Emma y Martina se fue pasando una hoja y cada una escribía un tercio del relato. La primera comenzaba con una situación inicial de terror y las siguientes debían continuar la idea original.
Este texto fue escrito con una variante del "Cadáver exquisito": entre Emilia, Emma y Martina se fue pasando una hoja y cada una escribía un tercio del relato. La primera comenzaba con una situación inicial de terror y las siguientes debían continuar la idea original.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario